¿Por qué un blog?

¿Y por qué no? La cuestión es empezar. Emprender. Y este, también es un camino.


Tenía (y tengo) muchas ideas. De una saltaba a otra, según veía una posible oportunidad. Esperaba un no se qué, un milagro, un empujón, inspiración, apoyo. Buscaba motivación exterior, buscaba una voz que me dijera que ese era el camino correcto, buscaba a alguien que me cogiera de la mano y me dijera "yo voy contigo", buscaba aprobación, voluntad, ánimo, tiempo, compromiso...

Intentaba hacer cosas, muchas cosas, y no hacía nada. Hasta que comprendí que me lo estaba planteando mal, que no se trataba de buscar un plan "B", o "C", o "D", o cualquier otra idea nueva, que sí pudiera llevar a cabo, por ajustarse a mi tiempo, a mi falta de iniciativa, a mi nivel de comodidad, a mi cantidad de dinero disponible para emprender.

Lo que tenía que hacer era mantenerme en mi idea inicial, quedarme con aquello que de verdad me apasionaba. No dispersarme, no perderme en otras opciones que no tuvieran nada que ver con ese propósito final. Y ver donde me estaba equivocando, qué era lo que me impulsaba a buscar otras alternativas distintas a las de mi meta.

Averigüé que siempre intentaba empezar desde (para mi) un nivel tan alto, que me asustaba, me frenaba, me resultaba inabarcable. Todo proyecto que se me ocurría me parecía una ardua tarea, algo casi imposible de realizar. Algo que requería de mucho dinero, de mucha iniciativa, o de mucho espíritu de sacrificio. Atributos todos ellos de los que, sinceramente, carezco en absoluto.

Cada vez que me planteaba una idea, me encontraba con algún pero. Así que, sin darme cuenta, buscaba la alternativa mejor, que más se ajustara a mis actuales condiciones.

El patrón que seguía era: me planteaba una idea, la estudiaba, y aunque muy atractiva, me resultaba imposible de realizar (al menos en ese momento); entonces me preguntaba que cosa sí podría hacer, volvía a surgir una idea y la volvía a estudiar.

Me desmotivaba, y volvía a motivar, continuamente (cuándo comprendí que nada ni nadie tienen el poder de motivarte, empecé a motivarme yo misma. Y curiosamente, resultó ser el más efectivo, y rápido, modo de lograrlo).

Analizando en retrospectiva, vi el sistema que seguí, y me pareció interesante compartirlo. 


La imagen que me viene a la mente es la de una escalera.


Mi primer paso se dirigió al peldaño superior. Viendo que desde allí sentía vértigo por la envergadura de lo que tenía que hacer, y el sacrificio que me suponía, me planteé otra meta (en realidad era la misma, ya que no tendría que cambiar de escalera). Eso implicaba retroceder, bajar un escalón. Volvía a mirar alrededor, sin perder de vista la parte superior (donde se hallaba mi meta), y constataba que seguía siendo demasiado para mi.

Vuelta a retroceder y a bajar un escalón más... Bajando, bajando, hasta que finalmente encontré el escalón donde me hallaba cómoda. El escalón al que me podía subir sin ansiedad, ni miedo; al que podía acceder con la ilusión y la energía necesarias, como para empezar, adquirir experiencia, coger confianza y entonces, subir, escalón tras escalón, hasta llegar a la meta.

Cada escalón es un triunfo, un motivo por el que sentirse orgulloso. Mi primer escalón es el blog. Por eso un blog.

Cambiar, adaptar o modificar son atributos imprescindibles si quieres salir adelante, si quieres fluir. Lo que no tiene sentido es permanecer rígidos, cerrados en la misma idea, si no funciona. Así no se avanza. Aunque no te lo creas, a veces, para llegar a un sitio, has de retroceder, replantear tus pasos, cambiar tus expectativas a corto plazo. Hay que salir, retrocediendo, del lugar en el que estamos atascados para seguir circulando...


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